martes, 11 de octubre de 2011

Oro cancerígeno

Resulta preocupante la noticia publicada en la prestigiosa revista Philadelphia Science & Technologies reseñando el descubrimiento de los doctores Patrick Williams y Henry Metzer. Según estos científicos, tras quince años de investigaciones, han encontrado una alta correlación entre el contacto con el oro y el desarrollo de determinados tipos de cáncer. No debemos olvidar que el oro es un metal pesado como el mercurio o el plomo, de hecho, tal y como puede comprobarse en la tabla periódica, el elemento del que hablamos tiene por número atómico 79, el Hg se halla a su lado con número 80 y el Pb se sitúa en el puesto 82, y nadie debe de ignorar los perjuicios que causan a la salud estos metales. Confirmadas estadísticamente sus hipótesis, Williams y Metzer tuvieron muchas dudas en publicar los resultados a principios de septiembre por la alarma que estos podrían provocar. Aunque ambos doctores no añaden nada más al respecto, centrándose, a la vista del artículo que figura en la citada edición de Philadelphia Science & Technologies, en los aspectos más técnicos de su estudio, no parece difícil imaginar el origen de su desasosiego: ¿quién no posee un objeto del noble y preciado metal?, ¿qué esposos no lucen una alianza de oro para demostrar a propios y extraños su fidelidad y cariño? Piensen en las joyas o relojes que heredamos como recuerdos de nuestros antepasados. Y mucho peor aún: el oro es una materia prima a la que recurren una multitud de grandes inversores en períodos donde la volatilidad de los mercados bursátiles y la baja rentabilidad de la especulación con bienes inmuebles les hacen perder el interés en estos negocios. Hay bancos que custodian miles de lingotes, sí, lingotes físicos que representan las compras de potentados y entidades financieras: el valor de estos bloques metálicos podría desvanecerse, equiparados a las piezas de adobe con las que algunos indígenas aún construyen sus casas. Y qué puede decirse de los tesoros nacionales que sustentan su credibilidad económica en reservas del elemento número 79: más de un estado se hundiría, más de un país, expuesto a la voracidad de los mercados, recibiría un castigo sin precedentes. Por eso los doctores Williams y Metzer dudaban, y por eso se encuentran en paradero desconocido.