sábado, 16 de junio de 2012

Más profecías

Mis seguidores se habrán percatado que desde que publicara la última profecía de fray Celso Valdivia, en una entrada del día 4 de junio de 2010, no he vuelto a escribir en mi blog nada nuevo en relación con los vaticinios del humilde y a la vez genial monje, ni con la tarotmética, ni con sus visiones que solía plasmar mediante un poema o una crónica nacida de la comunión espiritual con uno de los seres que les tocase vivir en ese tiempo futuro a través de un trance en el que entraba empleando sus técnicas de meditación trascendental. En efecto, no quise alimentar la polémica desde que recibí un correo electrónico de un benedictino, llamémosle Oráculo, que se manifestaba ofendido en extremo por la circunstancia de que yo fomentase la superstición, dirigiéndome invectivas, cuestionando la cordura de fray Celso Valdivia, no faltan a lo largo de la historia religiosos que pierden la cabeza, me dijo, como en cualquier colectivo humano, y tampoco faltan quienes abandonaron la fe en el Señor para adentrarse en las cenagosas moradas del demonio y del ateísmo. De paso cuestionaba la existencia del manuscrito que yo encontré, recalcando que el tarot es incompatible con la aritmética, con todo el corpus científico en general y con una interpretación correcta de la Biblia. De nada sirvieron mis explicaciones en el e-mail que le remití como respuesta al suyo: fray Celso Valdivia fue un hombre intachable, caritativo y generoso, dedicando muchas horas a la enseñanza de los más pobres, lo que demuestra la fortaleza de su fe, su rechazo a la superchería y su equilibrio mental. Que era algo excéntrico, sin duda, las técnicas que utilizaba en sus predicciones así lo sugieren, pero la extravagancia no implica trastorno psíquico. Así se lo hice saber a Oráculo sin el menor éxito: este benedictino continuaba poniendo en cuestión la existencia de un manuscrito del siglo XV que contuviese tantas descripciones y vaticinios impropios de un creyente, sobre todo considerando que pertenecía a su misma orden, aunque aceptaba que quizá se hubiera excedido en las injurias (dirigidas a mí) y la suposición de que Celso Valdivia estuviese como un cencerro. Bien, no me quedó más remedio que mandarle un segundo y último e-mail, pues nunca tuve la intención de ofender a nadie, y mucho menos a un representante de una orden religiosa, ni de alentar ningún tipo de polémica. Le ofrecí que viniera a mi casa, a la modesta biblioteca que he instalado en el sótano donde conservo el manuscrito original. Por suerte aceptó, apareciendo en mi domicilio un lunes por la tarde para, según él, certificar la falsedad del incunable. Mientras tomábamos café le permití que hojeara a su gusto, con las precauciones imprescindibles, dada la antigüedad del ejemplar, el manuscrito de fray Celso Valdivia. A la luz de los fluorescentes que alumbran mi biblioteca pude ver cómo iban cambiando el brillo de sus ojos azules y la expresión de su rostro. Desde las cuatro hasta las ocho de la tarde bebimos una taza de café tras otra sin que él dejara de repetir: imposible, esto es imposible. Imposible, pero cierto: se había topado con un libro sin falsificaciones de ninguna clase, una obra heterogénea, con estudios matemáticos, simples unos, complejos otros, ilustraciones bellísimas que representaban sueños, contactos espirituales los llamaría el religioso, visiones que anticipaban el futuro, textos en los que describía su pasado, la totalidad de su existencia al servicio de Dios, naipes con dibujos extraños (como el de los 13 triángulos que publiqué en mi entrada del día 10 de mayo de 2010) que no figuraban en ninguna baraja conocida.
    Antes de despedirse, el benedictino me propuso algo insólito: deseaba visitarme al menos una vez a la semana para estudiar el manuscrito y aprender las técnicas tarotméticas de fray Celso Valdivia para predecir el futuro, porque este, como ya dije, no se prodigaba en sus profecías: tan solo una o dos por siglo hasta ese fatídico 6 de junio de 2136 en que comenzaría la extinción de la humanidad. Oráculo había pasado de incrédulo a ferviente admirador del monje. No me pude negar, por lo que tuvo acceso libre al manuscrito, siempre que lo examinara en mi casa: como es lógico, consentir en que se fotocopiase no era posible, dadas las características de la obra y su frágil estado de conservación. Él lo entendió porque estuvo trabajando bastante tiempo en un archivo eclesiástico y conoce la delicadeza con que hay que tratar esos volúmenes, aparte de mi oposición, también comprensible, a que el incunable se reprodujera poniendo al alcance de muchos su, digamos, chocante contenido. Pues bien, al cabo de dos meses ya dominaba la tarotmética, por lo que se atrevió a realizar algunas predicciones (de ahí que haya elegido el seudónimo de Oráculo para él, resultan obvias las razones por las que no debe figurar en mi blog su verdadero nombre: los argumentos que esgrimió para criticar mis entradas podrían emplearlos palabra por palabra contra él sus superiores). La primera de las profecías que realizó se refería al año 2013, número que se puede factorizar de la forma: 3·11·61. Si hacemos un análisis al estilo de fray Celso Valdivia, nos encontramos con que aparecen los números primos 3 y 11, es decir, marzo y noviembre, siendo 6 y 1 los dos dígitos que constituyen el tercer número primo, correspondientes a junio y a enero. Según esto, en los demás meses del año pueden surgir problemas. Hasta aquí el estudio aritmético está al alcance de cualquiera, no así las visiones que atisba el augur después de sumirse en el trance gracias al cual toma posesión de una persona que vive en ese tiempo futuro. Para empezar, Oráculo asegura que 2013 será un año de esperanza, de inicio de una etapa que promete un porvenir más llevadero. ¿En qué se basa para afirmar esto? Aunque el análisis parezca simplista (la simpleza oculta a menudo las mayores genialidades), me explicó que como en la factorización de 2013 figuran marzo, mes de 31 días, y noviembre, mes de 30 días, y que si sumamos 31 y 30 obtenemos 61, el tercer número primo de la descomposición factorial, deberíamos interpretar semejante coincidencia como una buena señal inherente a ese año. Bueno, solo hay que esperar un poco para cerciorarnos de que las técnicas tarotméticas funcionan, o más bien si Oráculo ha aprendido de verdad a usarlas correctamente o si posee el mismo don que fray Celso Valdivia para el vaticinio. Antes de escribir la visión que tuvo mi amigo y contemporáneo benedictino, confieso que no pude evitar preguntarle por el presente año 2012. No manifestó mucho interés dado que mi pregunta se refería a un año ya empezado, diciéndome que hiciera yo mismo la factorización: 2012=2·2·503. Observamos que aparecen como números primos o dígitos de estos los siguientes una vez ordenados: 0, 2, 3, 5. El 4=2·2, puesto que incluye al 2 anterior no es lícito contabilizarlo, aunque la tarotmética permite tomar series alternativas, o sea, 0, 3, 4, 5, en lugar de la expresada más arriba. Más de uno podría creer que los meses de febrero, marzo y mayo (según la primera secuencia) no han sido precisamente favorables, pero resulta que Oráculo considera que un año como este, en el que encontramos una serie con el 0, será nefasto o maravilloso, sin término medio, porque el 0 representa el principio universal: la nada de la que Dios lo creó todo. Nada y todo de consecuencias que solo un gran augur, como fray Celso Valdivia, puede anticipar. Por lo que llevamos visto de 2012, el 0 que forma parte de 503 parece predecir el desastre, pero se necesitaría la transmigración del profeta una vez en trance para que su alma, unida a la de un ser quizá atormentado por la crisis (por ejemplo, un indignado), le revele cómo terminará el año. Maravilloso no va a ser, ya resulta evidente al menos en España, esperemos que la catástrofe no alcance las proporciones de la supuesta profecía de los mayas, con la que, de todas formas, no coincide fray Celso Valdivia. Pero retomemos la descomposición en factores primos: vemos que los meses más problemáticos serían enero, febrero o abril, junio y desde julio a diciembre. ¿Cuál es la conclusión de Oráculo? Pues bien, en estado de trance mientras, según me contó, se unía al alma del dueño de una empresa de transportes en el Peloponeso, arruinado por la crisis, que ahora vivía de la mendicidad y de la búsqueda de alimentos en los contenedores de basura, pudo vislumbrar a través de sus ojos una concentración de indigentes a la que se incorporaban policías, profesores, artistas, representantes de todos los sectores de la sociedad. Estaban sentados en el suelo, hablando entre sí, pero de pronto se levantó una persona, ¿hombre, mujer?, de elevada estatura, con una melenita de color castaño, ondas que le caían hasta la base del cuello, y unos ojos oscuros que refulgían en la penumbra reflejando como espejos de azabache pulido la luz de la Luna. Vestía harapos y unas sandalias de cuero muy viejas, ciñéndose la cintura con una cuerda de esparto. Y comenzó a hablar, a hablar de Cristo y de los grandes santos, de quienes dieron ejemplo con sus vidas y ayudaron a los más desgraciados a levantarse y a seguir caminando. Su voz era potente, serena, capaz de derribar una montaña o de mantener el equilibrio sobre los rizos de un Mediterráneo en calma, de vibrar en la vela de un navío sin rumbo. En la reunión se hizo el silencio para oír aquellas palabras que tenían la cadencia de versículos, frases antiguas y familiares, repetidas desde que nacieron, pero que ahora cobraban significado, como si fuera la primera vez que sus mentes las traducían de verdad a una lengua íntima en la que se comunicaban sus corazones. No había moraleja en su discurso, ni ánimo de conversión, ni reproche, solo la imagen que brotaba de sus sílabas, la imagen que todos entendieron como esperanza, esperanza a secas: triunfo de la humanidad, o de lo humano, sobre los demonios que representan a la muerte. Oráculo susurraba entre dientes, pero acabó casi gritando una estrofa que supuse de su cosecha, inspirada en la comunión espiritual a la que asistía:
Los enemigos crecen por doquier,
legión que nos persigue desde antaño,
las huestes del caído en el origen
desde su rebelión y su derrota
que jamás aceptaron. Hoy ya tienen
otros nombres con los que confundirnos:
gobernadores, Bilderberg, expertos
en macroeconomía y en finanzas.
Tendremos que oponernos al engaño
nuestra fuerza es saber que siguen siendo
los demonios de siempre: encarnaciones
del maligno que nunca se somete.
Así no perderemos la esperanza.
   Oráculo no quiso completar el vaticinio tarotmético, empleando los naipes de fray Celso Valdivia, por el escaso interés, como ya he dicho, en hacer un análisis de un año ya en curso, por lo que no puedo dar más detalles relativos a 2012. En cuanto a un análisis integral de 2013, lo dejaré para una próxima entrada pues la extensión de esta ya me va pareciendo excesiva. Me despido de mis seguidores hasta la futura profecía de Oráculo, un honrado benedictino, en la que atisbaremos acontecimientos del año que viene.